La selva. Foto: Andrea Medina
- ¡Auxilio! ¡Sáquenme de aquí!
- ¡Me mojo!
Son uno de los gritos que se escucha a lo lejos y en la soledad de la selva. De repente, en medio de la fuerte lluvia de las 20:00, una voz fuerte y serena intenta calmar a los sobrevivientes:
- ¡Aguanten soldados…! ¡Sólo falta 4 horas! – les dice el Teniente de Infantería Benalcazar Pesantes, instructor de la Escuela de Iwias.
Lleva poncho de aguas transparente y ropa militar. En su recorrido lo acompañan otros reclutas que recorren las hamacas toldo donde duermen los 71 estudiantes de periodismo que intentan pasar la segunda prueba de supervivencia en la selva.
- Muy pronto amanecerá muchachos. ¡Aguanten! –grita más fuerte el Teniente antes de retirarse-. Pero los jóvenes no quieren ponerle atención y salen de sus hamacas toldo para reunirse en la selva. Son, aproximadamente, entre 40 estudiantes que con linterna en mano salen a refugiarse en una cabaña cercana.
No les importa estar mojados. Ni tener sus botas enlodadas. Lo que quieren es no tener frío. Algunos tropiezan, pero llegan al refugio con poca leña para calentarse. No pasan tres horas y el frío les da la bienvenida sin más fuego. Ahora todos tienen que aprender a sobrevivir en la selva.
El Teniente Benalcazar -asegura- que el curso es una base de supervivencia que se realiza conjuntamente con las Universidades que están acorde con lo que ellos enseñan. El objetivo es dar instrucciones de supervivencia para que los estudiantes de periodismo estén preparados en caso de alguna emergencia en la selva.
- ¡Me mojo!
Son uno de los gritos que se escucha a lo lejos y en la soledad de la selva. De repente, en medio de la fuerte lluvia de las 20:00, una voz fuerte y serena intenta calmar a los sobrevivientes:
- ¡Aguanten soldados…! ¡Sólo falta 4 horas! – les dice el Teniente de Infantería Benalcazar Pesantes, instructor de la Escuela de Iwias.
Lleva poncho de aguas transparente y ropa militar. En su recorrido lo acompañan otros reclutas que recorren las hamacas toldo donde duermen los 71 estudiantes de periodismo que intentan pasar la segunda prueba de supervivencia en la selva.
- Muy pronto amanecerá muchachos. ¡Aguanten! –grita más fuerte el Teniente antes de retirarse-. Pero los jóvenes no quieren ponerle atención y salen de sus hamacas toldo para reunirse en la selva. Son, aproximadamente, entre 40 estudiantes que con linterna en mano salen a refugiarse en una cabaña cercana.
No les importa estar mojados. Ni tener sus botas enlodadas. Lo que quieren es no tener frío. Algunos tropiezan, pero llegan al refugio con poca leña para calentarse. No pasan tres horas y el frío les da la bienvenida sin más fuego. Ahora todos tienen que aprender a sobrevivir en la selva.
El Teniente Benalcazar -asegura- que el curso es una base de supervivencia que se realiza conjuntamente con las Universidades que están acorde con lo que ellos enseñan. El objetivo es dar instrucciones de supervivencia para que los estudiantes de periodismo estén preparados en caso de alguna emergencia en la selva.
Las condiciones de supervivencia –según el Teniente- las pone la Universidad. En caso que quieran aprender sobre que hacer cuando estar perdidos en la selva, ellos dan las herramientas. “Si hay un río y tienen que cruzarlo, les vamos a enseñar a cruzarlo”.
Primer día en el curso de supervivencia. Aprendiendo a deslizarse. (Foto: María José Casco)
El segundo día de supervivencia en la selva termina para los jóvenes periodistas de la Universidad de las Américas, quienes tienen que envolver sus hamacas toldo, armar su mochila y volver a la base. Hasta el momento, todo parece estar bien- excepto, por las ganas que muchos tienen de partir-.
Más de 10 horas caminaron aquel día. Cada parada tenía un espacio explicativo de supervivencia. El conocimiento de las plantas curativas y la comida natural que la selva provee fueron parte de las enseñanzas del curso. Sin embargo, la hora de partir llega.
Las experiencias empezaron a darse. A pesar del cansancio, las risas de los estudiantes hacían la mañana cálida. La historia de Mauricio Romero, el que no durmió toda la noche porque su hamaca toldo se le empapo. La historia de Karla Delgado, quién se le volteo su hamaca toldo y no pudo salir hasta que un militar a cargo le ayudo. La historia del que se le perdió la bota y llegó a la base enojado.
Más de 10 horas caminaron aquel día. Cada parada tenía un espacio explicativo de supervivencia. El conocimiento de las plantas curativas y la comida natural que la selva provee fueron parte de las enseñanzas del curso. Sin embargo, la hora de partir llega.
Las experiencias empezaron a darse. A pesar del cansancio, las risas de los estudiantes hacían la mañana cálida. La historia de Mauricio Romero, el que no durmió toda la noche porque su hamaca toldo se le empapo. La historia de Karla Delgado, quién se le volteo su hamaca toldo y no pudo salir hasta que un militar a cargo le ayudo. La historia del que se le perdió la bota y llegó a la base enojado.
Luís Aldaz, estudiante de sexto semestre, comento, en medio de su cansancio, que a pesar que existieron cosas difíciles de afrontar, pudo aprender de la supervivencia con ganas y dándose la fuerza él mismo para continuar. “Esta experiencia fue muy chévere, lo único malo fue dormir en la selva”.
Sus experiencias narran las aventuras de un día de soga: el lanzamiento de caída libre que varios estudiantes pudieron realizar. El primer día de supervivencia donde aprendieron a gritar a los cielos y lanzarse a la aventura de sentir su cuerpo en el aire. Christian Yaguana fue uno de ellos, quién con mucha atención aprendió a realizar una silla con freno de seguridad sólo con una soga. Emocionado y con miedo, descendió de la plataforma donde otros militares lo esperaban.
Sus experiencias narran las aventuras de un día de soga: el lanzamiento de caída libre que varios estudiantes pudieron realizar. El primer día de supervivencia donde aprendieron a gritar a los cielos y lanzarse a la aventura de sentir su cuerpo en el aire. Christian Yaguana fue uno de ellos, quién con mucha atención aprendió a realizar una silla con freno de seguridad sólo con una soga. Emocionado y con miedo, descendió de la plataforma donde otros militares lo esperaban.
Mira una de las experiencias que tuvieron los estudiantes de la UDLA en su primer día de supervivencia:
Ver más de los resultados de supervivencia en: Un cuento medio real
Excelente trabajo Marìa José. me enteré todo lo que vivieron en la selva y resulta muy edificante para todo futuro periodista. me encata tu blog porque es variado en temas, en el manejo del lenguaje, en lo ameno. Felicitaciones. Yolanda
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