25 de agosto de 2008

Una estrella en el cielo


Como una novela escrita para ser narrada en los cortometrajes quiteños, el viaje a Cuenca del 29 de julio me sentó muy bien. Al terminar clases de sexto semestre, y terminando con un sentimiento pasado, mi compa Andre junto con su amiga me invitaron al viaje de los encantos, la magia, la aventura, la vida.

A las 22:30 el bus de la parada de la Panamericana, en la Av. Colon , salia para encontrar una nueva ciudad en Ecuador: el esperado Cuenca y el mote pillo. Hay mismo, luego de haber comprado los boletos, Andre y Carlita decidieron ir juntas en el primer viaje. Yo encantada acepte, y mientras bromeábamos acerca de quién sera el afortunado que se sentaría a mi lado, un rostro joven se acerco preguntando por el asiento número 6.

Las risas se callaron y el rosado de mi rostro se mostró enseguida. Su ropa era muy simple, y llevaba una mochila. Parecía que no tenía que viajar 8 horas. Sin embargo, rápidamente bajo un momento del bus, y sus amigos, que lo despedían, comenzaron a ser señales para que lo cuidara en el viaje. Recuerdo, claramente, que con una sonrisa en mis labios les dije que bueno.

Estuve tímida. Esperaba que las luces del bus se apagaran para continuar con el viaje y, si era posible dormir antes que me pregunte algo; pero a la vez quería conocerlo. La ley del hielo se rompió cuando me pregunto mi nombre y el ¿por que? del viaje.

Comenzamos a conocernos y cada vez la emoción nacía de ambos lados. Cada uno se admiraba del otro. Luego, una película de la maquina del tiempo, que se estreno en el bus, complemento nuestro encuentro. Y antes de dormir, una buena broma de la película de mi parte para él termino la velada

A las dos de la mañana, aproximadamente, empezó hacer frió, y mi chompa no cubría el poco calor que tenia. Cuando abrí los ojos, el estaba a mi lado acurrucado, enseguida me retire. Él igual.

Luego, él se me arrimo al hombro como suplicando un poco de calor para su cuerpo. Yo toda una buena madre lo desperté para preguntarle si tenia frío y le preste mi capucha. Agradecido tomo mi mano, y yo correspondiéndole abrigue su mano sobrante.

Más tarde su respirar comenzo hacer más cercana y sus labios tocaron los mios. Simplemente, fue algo dulce, inesperado y aceptado por mi persona.

Seguimos durmiendo, con las manos juntas, como enamorados del momento, de un encuentro a oscuras, de caricias y de besos. Un beso apasionado, llego al instante, y en todo el camino besitos cortos de cariño se fueron dando en todo el camino a Cuenca de parte de los dos.

Cuando despertamos, hablamos como amigos. Le tape con su capucha su cabeza para que no tenga tanto frío. Finalmente, al bajarnos del bus, el volvió a preguntarme si podía salir una noche con mis amigas para hacer algo. Le dije que bueno (pensando que no ocurriría nunca) y nos despedimos.

En la tarde un mensaje de su autoría llego a mi celular para ver si podíamos vernos, pero el cansancio de la tarde impidió aquel día.

Al día siguiente dejo un mensaje de voz con una invitación almorzar. Finalmente, preferimos vernos en la noche en un bar de Cuenca. Hasta que llegue la noche con mis amigas recorrimos la ciudad, comprabamos recuerdos, y comíamos todos los platos típicos de la ciudad.

La noche del 30 de julio llego, y los tres cuencanitos nos esperaban en la Iglesia de Cuenca. Casi atrazadas logramos llegar al encuentro. Poco a poco detrás del muro fueron aparecieron uno por uno. El primero fue Paolo, con un terno, vestido adecuadamente para la noche, y diferente a ese chico vestido de calentador del bus. Sus amigos detrás.


Enseguida la confianza fue intensa y al poco tiempo parecíamos panas de la vida. El recorrido por cuenca fue a una cafetería , calles populares de Cuenca y la entrada triunfal a un bar cercano. Jugamos al "yo nunca", como una manera indirecta de conocernos; contamos cachos y adivinanzas.

A las cero horas abandonamos el lugar y nos dirigimos a la Casa fantasma, nombre creado por los tres jóvenes para encantar la madrugada, y la magia se construyo de la nada. Cuando entramos Paolo fue formando la magia. Decidimos conocer toda la casa, pero los dos quisimos quedarnos atrás. Se adelantaron, nosotros nos fuimos quedando. Mientras conocían el segundo piso,Paolo y yo conocíamos el cuarto de las voces del fantasma. Me di fuerzas e ingrese al cuarto abrazándole, pues el miedo me impedía hasta mover extremidades inferiores.

Sin embargo, sí el fantasma continuaba ahí, era el testigo de nuestros besos en silencio. Cuando bajaron nosotros decidimos conocer el segundo piso y la terraza. Ahí, en ese mismo momento en que contemplaba los relatos de Paolo sobre la casa encantada, su vida en el arte, y la verdad del de los fantasma;le regale una estrella.

De repente nos enamoramos...

Cuando bajamos asustamos a los chicos disfrazados de fantasma y reímos mucho hasta las dos de la mañana. Luego, él y sus amigos nos dejaron como hermosos caballeros en la puerta del hotel donde nos instalamos. Cuando se despedían entre ellos Paolo y yo nos despedimos con un medio beso rápido para que nadie se de cuenta nada.

1 comentario:

  1. pepi, mas clara no pudiste haber sido! pero esa es la idea y esta bien, bastante bien de hecho. Yo no tendría el valor de contarlo todo tal cual sucedió, porque hay momentos que se me olvidan, pero solo unos cuantos... el resto lo dejo para la imaginación jajajaja. Solo por precaución, te aviso amiga, eso lo puede estar leyendo alguien mas, pero no importa cierto? yo opino que no... digo. Ya no importa nada!! listoooo

    ResponderEliminar